El hombrecito de grandes carrillos y bigote de mosca ascendió unos metros y en posición horizontal estuvo flotando en el aire durante unos minutos.
“No puede ser... Es imposible… Tiene que haber truco…” Eran los comentarios más oídos entre las personas, que mirando hacía arriba, contemplaban las evoluciones del señor de los mofletes.
Pasado un rato, el levitador comenzó a descender en zigzag, como si fuese la hoja de un árbol en otoño, posándose en el suelo suavemente, justo en el centro de aquel gentío que se arremolinaba en esa esquina.
Los incrédulos esperaban descubrir los cables o “lo que fuere del engaño”, otros, más ingenuos, le tocaban para cerciorarse que era un hombre de carne y hueso y no un globo o algo así, los demás lo felicitaban y le preguntaban por el “como” de su hazaña.
El hombrecillo, sonriente, con los carrillos relajados dijo: “No crean ustedes que esto es tan difícil, la clave está en concentrarse en el aire que se retiene… Miren…” y les enseñaba el modo de hacerlo correctamente.
Instantes después todos inflaban sus mofletes de aire y algunos empezaban a perder tierra.
Fin
1 comentario:
Maravilloso! por qué va a ser imposible volar? Todo es cuestiòn de proponérselo.
Muy bueno! como todos tus textos.
Un abrazo enorme.
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