Bienvenid@s

Quiero compartir estas pequeñas historias, espero que las disfrutéis.
Saludos


7.11.07

Futuro


Arturo salió de su casa en busca de Futuro. Cuando Futuro llegó a la casa de Arturo no encontró a nadie.


fin

Pescador


En vida no fue buena persona – Se dijo el enterrador, mientras llenaba la lata– pero hay que reconocer que esta criando unos buenos gusanos para la pesca.



fin

Destino

Quiso adivinar su destino observando aquella bola de cristal. En ella vio su rostro reflejado.



fin

Los trepas

Otros tenían prisa por ascender, ella, en cambio, celebraba íntimamente cada peldaño conquistado.
Sus compañeros subían tan deprisa que caían por el otro lado.

fin

Carlitos

Carlitos ya no tenía miedo por las noches, ni quería que su madre le dejara la luz del pasillo encendida cuando lo acostaba. Había descubierto que los monstruos no podían ver en la oscuridad. Ahora le resultaba incluso cómico el oírlos en mitad de la noche, tropezándose con los muebles o con el marco de la puerta.



fin

Ciudadano Lobo

Desde que se casó le exigían dormir en la perrera municipal las noches de luna llena.

fin


Miércoles

Antonio Lanza era solitario vocacional, creía en las personas pero no en las multitudes, por ello siempre iba a contracorriente y salía los miércoles mientras la mayoría se quedaba en sus casas. No es de extrañar que tuviera pocos amigos y quien lo conocía creyera que era un excéntrico.

Como cada miércoles Lanza recorrió todos los bares del barrio, sin esperanzas de encontrar nada en ellos que no fuera el rioja que le servían apenas asomaba por la puerta. Los camareros por las justas cruzaban con él unas palabras, todos ellos sabían que Lanza era parco en palabras y además no le interesaba el fútbol. Le cobraban el vino y se volvían hacia el Marca o la televisión, de vez en cuando hacían algún comentario que no sabía responder Lanza.

Lanza caminaba desaliñado hacia su casa después del peregrinaje etílico en la solitaria noche del miércoles. Las luces azules y parpadeantes de un furgón que se aproximaba por su espalda le hicieron salir de su ensimismamiento. Seguro que vienen a por mí, pensó, y desgraciadamente no se equivocaba.

Horas más tarde Antonio Lanza miraba las caras tristes de los que estaban sentados junto a él, en aquellos duros bancos del Departamento de hombres solitarios.

Frío infierno

Desde la atalaya de su castillo de penumbras otea un horizonte temible, el gemido del viento le hace palidecer.

Baja entonces por estrechos pasillos de paredes húmedas, hacia las lúgubres mazmorras de piedra. Luego más abajo; hasta las catacumbas.

Allí se queda acurrucado en la oscuridad, rodeado de calaveras, temblando de miedo y de frío, esperando tal vez otro milagro, para volver a resucitar de entre los muertos.

fin

4.11.07

HAMBRE


En la aldea etíope donde sobrevive el pequeño Yerefu, sólo los buitres saben que es eso de la gula.

FIN

Cuento de miedo


Ayer leí un cuento de miedo. Solamente al final del cuento advertían que quien lo leía moría al día siguiente, de miedo.


fin

El pan de sus hijos

Al medio día del martes, dos individuos conversan animadamente azuzados por los efluvios etílicos, en la mugrienta barra del Bar Paco.

-Pues si que te ha durado poco el nuevo curro…

-Esos hijoputas querían que entre yo y un moro descargáramos un camión de cajas.

-De cajas, de qué?

-Vacías, pero no veas que peazo de camión.

-Que hijoputas… Nos quieren hacer trabajar como negros por cuatro perras.

-Eso le he dicho yo al encargado. Y le he dicho que me diera la cuenta, que ese camión lo iba a descargar el moro y Rita la cantaora.

-Bien hecho, compadre.

-Espera… El hijoputa me dice que lo de hoy no me lo pensaba pagar. Yo me he encarado a él y le he dicho… Con el pan de mis hijos no juega ni la madre que me parió ¿Entendido...? Entonces ha agachado las orejas y me ha pagado hasta el último céntimo.

-Pero, cabronazo, si tu no tienes hijos.

-¡Ya! Pero para cuando los tenga. ¡Jajaja!

-¡Jajaja!

-Otras dos cervecitas, Paco.

fin

A MANTIS

Sabía que no me equivocaba cuando te elegí a ti y no a los otros, para que fueses el padre del retoño que ahora crece dentro de mí. Eres tan tierno y… ¡tan sabroso!


fin

Ventanas

El sueño se repetía: lo despertaban los cantos de los pájaros, se asomaba a la ventana abierta y veía los prados verdes, el bosque de coníferas y las azules montañas a lo lejos, fundiéndose con el horizonte. Sentía después que el cansancio se apoderaba de él y volvía a acostarse en la cama, quedando dormido al instante.

Despertaba con la algarabía de los transeúntes, abría la ventana y la ciudad se mostraba en plena efervescencia matutina: niños hacia el colegio, adultos hacia el trabajo, viejos a ninguna parte y tráfico en todas las direcciones. Entonces volvía a sentirse con ganas de seguir durmiendo y se acostaba sin tardar en conseguirlo.

Poco después eran los gritos de las gaviotas los que lo despabilaban, se iba a la ventana y al abrirla entraba una brisa cargada de aromas marinos. Las casas blancas salpicaban el monte y abajo en la playa los pescadores salían a su quehacer surcando con sus frágiles barcas el majestuoso mar. Al cabo del rato se sentía otra vez pesado y volvía a dormirse en su cama.

Lo despertaban los pasos del vigilante, se levantaba para abrir la ventana medio sonámbulo, poco después se percataba de que su celda no tenía ventana. Se acostaba triste y cansado, intentaba dormirse, sin conseguirlo.

fin

Tetas

Edipo, en su época de lactante, chupaba con deleite inusitado los pezones de su madre. Su padre, el rey Layo, no supo en ese momento distinguir si lo de su hijo era gula o lujuria.

fin